Foto: Bloqueo por comunidades locales y vecinos de San Pedro de Atacama en protesta por el acuerdo entre Corfo y SQM (febrero, 2018). Fuente: Ramón Morales Balcázar, Observatorio Plurinacional de Salares Andinos

En un reciente vídeo reportaje, periodistas de The Guardian siguen a la activista indígena Sonja Ramos en su lucha por la protección del Salar de Atacama, en el norte de Chile. El salar, situado en uno de los lugares más secos del planeta, corre peligro por la extracción de litio, que requiere grandes cantidades de agua. Ignorando preocupaciones locales sobre los impactos de la extracción, la mayor empresa del salar, SQM, quiere ampliar sus operaciones. Para protestar, Sonja y sus aliados recorren a pie más de 300 km por el desierto para enfrentarse a las autoridades estatales en la capital regional de Antofagasta.

Al igual que otros trabajos sobre el tema, el reportaje de The Guardian se dirige a espectadores como usuarios de baterías. ¿Cuáles son las consecuencias de nuestros patrones de consumo en otras partes del mundo? ¿Matará la tecnología verde los desiertos de Chile?

Implícita o explícitamente, estas historias plantean cuestiones éticas: ¿Es justo destruir ciertos lugares para que podamos usar más baterías cada vez más grandes? Los protagonistas indígenas de estas historias, que aparecen como propietarios y defensores marginados pero legítimos de estos lugares, dejan una impresión duradera.

Si aquellos países que compran el litio logran comprender el daño que están generando, que están destruyendo un lugar que puede ser mucho más valioso en el futuro que todo el extractivismo del litio.

Sonya Ramos, Activista Indígena, en el reportaje de The Guardian

En un reciente artículo en The Extractive Industries and Society, escrito en conjunto con Mauricio Lorca, Manuel Olivera, Melisa Escosteguy, Morgan Scoville-Simonds, and Marc Hufty, examinamos de cerca el papel de los pueblos indígenas en la minería del litio. Observamos que a menudo se les representa como actores uniformes y unificados en historias que circulan a nivel mundial.

Sin embargo, las personas que conocimos durante el trabajo de campo en torno al Salar de Atacama adoptaron posturas divergentes y ambivalentes respecto a la minería del litio. Como ha demostrado la investigación antropológica en lugares de extracción, es importante reconocer esta ambivalencia en aras de las personas que realmente habitan estos lugares.

En este artículo planteamos la interrogante de cómo esta ambivalencia en las voces indígenas puede dar forma a consideraciones éticas en torno a la transición energética.

Lo que supone un «acuerdo»

Los pueblos indígenas se han convertido en actores clave en debates globales y conflictos locales en torno a la minería. Al adoptar el Convenio 169 en 1989, la Organización Internacional del Trabajo estableció los derechos de los pueblos indígenas a la autodeterminación territorial en el derecho internacional. La mayoría de los países de Sudamérica han ratificado el convenio, convirtiendo los derechos indígenas en normas nacionales de carácter jurídicamente vinculante. Chile lo hizo en 2008. Desde entonces, muchas comunidades han recurrido a identidades indígenas en conflictos locales con actores más poderosos, como las empresas mineras, que intervienen en sus territorios.

Para la industria, las comunidades indígenas se han convertido en interlocutores inevitables. Los expertos sitúan ahora los riesgos de conflicto social en las explotaciones mineras entre los más altos. En vista de ello, las empresas buscan una «licencia social» adicional para operar. A diferencia de las concesiones otorgadas por el Estado, esta licencia consiste en acuerdos bilaterales con las comunidades. Aunque estos acuerdos han permitido que las comunidades negocien ciertos beneficios, también las han dejado divididas y enfrentadas a tensiones internas.

En nuestro artículo desmenuzamos cómo los acuerdos con las empresas del litio han cambiado la estructura y la dinámica de las comunidades atacameñas. Descubrimos que los residentes están igualmente preocupados por los riesgos ambientales que la minería del litio supone para el salar y sus reservas de agua y la biodiversidad. Sin embargo, están en desacuerdo sobre cómo relacionarse con las empresas que plantean estos riesgos.

Algunos están a favor de los recientes acuerdos, que asignan una parte de los ingresos de las empresas directamente a las comunidades para el desarrollo local. Otros sostienen que estos acuerdos han hecho que la gente dependa de las empresas, corrompiendo a las comunidades y a sus líderes. La minería del litio ha aumentado así las tensiones dentro y entre las comunidades atacameñas. Debido a estas crecientes divisiones, la gente cuestiona cada vez más si sus organizaciones aún les representan.

¿Un lugar para el desacuerdo?

¿Qué significa este desacuerdo entre las voces indígenas? Puede que muchos lectores no estén acostumbrados a pensar en los indígenas de una forma tan polémica. Por lo general, los encontramos descritos como diferentes de nosotros pero inseparables entre sí. Sin embargo, a la luz de la retórica dominante del «acuerdo» en las industrias extractivas y los gobiernos, parece crucial dar cabida al desacuerdo. Esto incluye inevitablemente el desacuerdo dentro de las comunidades indígenas.

Veamos primero la retórica de acuerdo. Así es como se cita al portavoz de SQM, Alejandro Bucher, en el reportaje de The Guardian.

Creemos que sólo con el diálogo y el trabajo con las comunidades locales podremos estar aquí a largo plazo.

Alejandro Bucher, representante de SQM, en el reportaje de The Guardian

Por definición, en la interpretación de Alejandro no hay lugar para desacuerdo. La empresa sólo puede quedarse si consigue que las comunidades estén de acuerdo con su presencia en el salar. Y como hemos mencionado anteriormente, llegaron a un acuerdo. No obstante, ¿quién estuvo de acuerdo y con qué?

Escuchemos de nuevo a alguien que se niega a estar de acuerdo. Así es como se cita a la activista indígena Sonia Ramos en el informe de The Guardian.

Creen que están haciendo lo correcto y porque cree que esa globalización verde es lo correcto. Y acá hay más que energía. Estamos luchando por nuestra vida y por eso tenemos que luchar por el todo.

Sonya Ramos, Activista Indígena, en el reportaje de The Guardian

Sonya se opone a la presencia de SQM en el salar, con todo lo que tiene. Sin embargo, está en desacuerdo con mucho más que un simple proyecto minero. “Acá hay más que energía». Para ella, el salar es algo más que una acumulación de minerales necesarios para la energía verde; y en riesgo hay algo más que recursos hídricos y la biodiversidad. Para ella está en juego lo que en el reportaje denomina el «pacto espiritual» hecho por sus antepasados con este determinado lugar.

Hasta aquí, la historia parece familiar: los indígenas se resisten a las falsas promesas del desarrollo moderno. El reportaje de The Guardian deja cierto margen para el optimismo: un tribunal medioambiental ha fallado a favor de Sonia.

Sin embargo, el éxito de su lucha es incierto. La empresa recurrirá la decisión del tribunal. La retórica corporativa del acuerdo, por tanto, apenas corresponde a lo que ocurre sobre el terreno. Efectivamente, no es necesario el acuerdo de todos para que se lleve a cabo la extracción de litio, y no todos los intereses cuentan como motivos legítimos de oposición. ¿Cómo se enfrenta la gente del lugar a esta situación?

Escuchemos a alguien que aceptó los acuerdos con las empresas del litio en el salar de Atacama. He aquí un extracto de una entrevista con Jorge, trabajador de la mina y residente local de Toconao.

Si pueden secar el Salar de Atacama, lo harán. Entonces, como nosotros vamos a pagar el costo del secado del Salar tenemos que sacarle [a la minera] lo que podamos, en esa misma fría lógica. Estoy de acuerdo con los reclamos de los manifestantes, pero ¿qué hacemos? Nos quedamos de brazos cruzados viendo cómo se explota [el Salar] mientras seguimos discutiendo.

Entrevista con residente de Toconao, realizada el 3 de marzo de 2020

¿Acordar estar en desacuerdo?

Sonia y Jorge tienen posiciones bastante diferentes frente a la minería del litio, pues una rechaza los acuerdos de la empresa mientras el otro los acepta. Sin embargo, sus posiciones no se oponen. Ambos comparten las mismas preocupaciones por su territorio, llegando a conclusiones diferentes sobre lo que puede y debe hacerse, basadas en sus experiencias y expectativas.

Los antropólogos han debatido vivamente estas diferencias ante el llamado giro ontológico. Algunos nos han instado a tomar en serio a indígenas como Sonia, que están radicalmente en desacuerdo con el desarrollo moderno por motivos incomprensibles en términos científicos o jurídicos. Sin embargo, otros nos han advertido de que no debemos ignorar a indígenas como Jorge, que hacen malabares con las realidades ambivalentes de vidas y lugares marginados.

En nuestro artículo sostenemos que las historias sobre la minería en los territorios indígenas deben representar esa diversidad de voces indígenas. Para elaborar esas historias, sugerimos dar un paso atrás y preguntar en principio qué significa «indígena».

Los académicos llevan mucho tiempo sosteniendo que las identidades indígenas surgen de vidas y luchas políticas situadas: son dinámicas, no inmutables. Cada lugar, cada comunidad, cada lucha engendra posiciones indígenas particulares -y siempre diversas.

No cabe duda de que es fundamental destacar las condiciones compartidas por los pueblos indígenas de todo el mundo. Sin embargo, es igualmente importante hablar del desacuerdo para contrarrestar la retórica corporativa que pone fin a la historia tan pronto como se ha alcanzado un acuerdo. Para abordar la ambivalente ética de la transición energética, las historias tienen que continuar: un lugar, una comunidad, una lucha a la vez.


Este artículo fue presentado en la conferencia Energy Ethics 2021 el 27 de octubre de 2021, organizada por el St. Andrews Centre for Energy Ethics, como parte del panel «Lithium Connections». Se basa en un artículo en la revista The Extractive Industries and Society, escrito por Mauricio Lorca, Manuel Olivera, Melisa Escosteguy, Jonas Köppel, Morgan Scoville-Simonds y Marc Hufty.

Antropólogo, doctorante, cada vez más entusiasmado por el litio y sus conexiones al rededor del mundo. ¿Hasta dónde nos lleva y qué sucede cuando lo seguimos?