Noruega es uno de los líderes mundiales en el desarrollo de VE, lo que lo posiciona como un país líder en materia ambiental y climática. Sin embargo, las iniciativas noruegas de sostenibilidad, como el aumento de la flota de VE, contrastan con la producción continua de petróleo y gas dentro del país. En 2020 la exportación de hidrocarburos representó más del 40% del valor total de las exportaciones noruegas. En algunos casos, esta dualidad se ha denominado como la “esquizofrenia” de Noruega; en otros, como lo hace el antropólogo noruego Thomas Hylland Eriksen, se han referido a ella como el “doble vínculo”. Así, Hylland describe el abismo que existe entre la producción continuada de hidrocarburos y las iniciativas ambientales. Este artículo examina cómo el desarrollo de VE en Noruega refuerza, por un lado, la imagen de Noruega como líder en materia climática y, por otro, plantea algunas preguntas sobre el doble papel del país como emisor de CO2.
En una búsqueda online sobre vehículos eléctricos en Noruega, la página del gobierno noruego aparece entre las más buscadas. En negrita, el sitio declara:
Ningún otro país tiene más vehículos eléctricos per cápita que Noruega: el 54% de todos los vehículos nuevos vendidos en Noruega en 2020 son eléctricos, más del 12% del total de nuestro parque automotor ya es eléctrico, y el vehículo más vendido en Noruega en 2020 fue uno eléctrico […].
Además, el sitio web de información turística de Noruega califica al país como la “capital mundial del vehículo eléctrico“. El país también ha sido descrito como el “paraíso del vehículo eléctrico” porque pretende ser el primero en terminar con la venta de automóviles de combustión en 2025. Detrás de este ambicioso objetivo se encuentra el proyecto de subvenciones aplicado por el gobierno, que exime a los VE de la mayoría de los impuestos que gravan a los vehículos de combustión. Esto genera que la mayoría de los VE sean más baratos que los modelos similares impulsados por gasolina o diésel, a pesar de que las tasas de importación son más altas.
En este sentido, quienes poseen VE gozan de exenciones al impuesto anual de circulación y – con algunas diferencias según las variaciones municipales – de estacionamiento gratuito, permiso para utilizar los carriles del bus y reducciones en el costo de los peajes. Muchas empresas también ofrecen a sus empleados carga eléctrica gratuita en los estacionamientos de sus oficinas, haciendo que tener un VE sea una opción cómoda y más económica.
Los esfuerzos de Noruega por electrificar el transporte han sido reconocidos en todo el mundo. Sin embargo, se plantea la cuestión de si las medidas de reducción de carbono, como la generalización de VE, pueden justificar que el país siga produciendo combustibles fósiles. Sobre todo, teniendo en cuenta que la mayoría de estos combustibles son exportados, avalando que se sigan utilizando automóviles de gasoil o gasolina en otros lugares del mundo.
Por otra parte, me pregunto hasta qué punto la posesión de VE no es sólo una opción pragmática para los noruegos. ¿El fomento de la electromovilidad por parte del Gobierno inspira otras medidas reflexivas y sostenibles a largo plazo? ¿Existe el riesgo de enmascarar el impacto ambiental con la fuerte subvención de los vehículos eléctricos?
Compras de lujo
Durante los 18 meses que realicé etnográfia en la capital de Noruega, Oslo, entre 2018-2020, tuve la posibilidad de hablar con muchas personas propietarias de VE. Aunque mi proyecto de investigación solo se relaciona tangencialmente con los VE, la mayoría de mis interlocutores tenían uno. Hay que tener en cuenta que mis interlocutores ocupaban puestos de alto rango en algunas de las mayores empresas noruegas de hidrocarburos, de energías renovables y mixtas, por lo que tenían un modo de vida bastante privilegiado. No es de extrañar, enonces, que algunes optaran por vehículos eléctricos de lujo. Una opción muy popular eran los Teslas, pero cada vez más optaban por los modelos más nuevos y lujosos que se iban introduciendo en el creciente mercado de vehículos eléctricos.
Incluso una vez me dijeron: “Quiero comprar un vehículo eléctrico de lujo, pero no voy a comprar un Tesla. Todo el mundo tiene uno. Me voy a comprar el nuevo Jaguar o Porsche eléctrico”. Esto se debe a que las grandes automotrices han lanzado modelos eléctricos de lujo especialmente diseñados para Noruega. Sus anuncios pretenden apelar al sentido de “noruego” mostrando estos lujosos vehículos en medio de montañas nevadas y grandes fiordos, o atravesando lagos y bosques. Estas publicidades están diseñadas para y dirigidas a clientes del “paraíso del coche eléctrico”.
La gente elige
Al preguntarles a mis interlocutores por qué eligieron comprar un vehículo eléctrico, la mayoría mencionó como razones principales la practicidad: los bajos impuestos, la facilidad para estacionar, la posibilidad de evitar el tráfico y el menor gasto. Quienes invirtieron en un modelo de lujo, en cambio, destacaron su gusto por la tecnología y el prestigio que asociaban a un vehículo de este tipo. Muy pocas personas señalaron las bajas emisiones de carbono del VE como el principal motivo de la compra.
No es un dato menor que la mayoría de mis interlocutores poseían más de un vehículo, tenían un VE para utilizar en la ciudad y para su vida laboral diaria. Este les permitía ir al trabajo de forma eficiente y económica y escapar del tráfico en horas pico al mismo tiempo que se beneficiaban de los precios reducidos en los peajes. Sin embargo, para llegar a sus casas de verano o de invierno, para trasladar sus yates o barcos, y para entrar y salir del Oslofjord, la mayoría tenía al menos un vehículo que funcionaba con combustibles fósiles.
“Mi Tesla es bueno, pero tiene sus limitaciones en los meses de invierno o en las carreteras de montaña”, me comentaban a menudo. “Ya sabes, necesitamos los dos vehículos”.
Rápidamente, comprendí que, para la mayoría de las personas con las que conversé, optar por vehículos eléctricos no respondía a una elección consciente en favor de una mayor sostenibilidad – como se podría suponer. Por el contrario, se trataba mayormente de una cuestión pragmática y financiera. La reducción de las emisiones de carbono era vista como un efecto secundario, una especie de sensación de bienestar que justificaba la elección económica y práctica de poseer un automóvil eléctrico.
¿Un paraíso con huella ambiental?
Los impactos ambientales de los VE se cuestionan muy poco y no son mencionados por la comunicación oficial del gobierno ni por la gente que los utiliza. Quienes cuestionaban el impacto de los VE, aunque eran una minoría, trabajaban en la industria petrolera. Criticaban la extracción de litio, la duración de las baterías y las emisiones de CO2 producidas a lo largo del ensamblado y la producción del vehículo. Sin embargo, debido a su pertenencia a la industria petrolera, sus críticas fueron interpretadas por parte del sector como una forma de ejercer presión a favor de los combustibles fósiles.
El sentimiento de identidad que algunas personas encuentran en una vida impulsada por combustibles fósiles es aún muy fuerte. El gerente de una empresa proveedora de hidrocarburos compartió conmigo el rechazo que recibió de sus colegas de la industria petrolera al comentarles sus planes de comprar un Tesla. En una conversación me explicó:
“Yo siempre estuve de acuerdo con los vehículos eléctricos”
De forma entusiasta continuó:
Empecé a hablar de eso hace mucho tiempo y les dije que mi sueño es comprar un Tesla porque me encanta su tecnología. Pero la gente se enojó mucho conmigo. No solo se enojó, se puso agresiva porque yo era diferente. Sentían que me estaba alejando de la gasolina y de las piezas mecánicas.
Este fragmento muestra que la elección de un VE es para algunes más que una decisión práctica. Representa una cuestión de identidad y de lealtad que, como pude ver a lo largo de mi trabajo de campo, está íntimamente ligada a la forma en que la gente imagina el futuro energético. Aunque las críticas enunciadas por dirigentes del sector petrolero sobre el impacto ambiental de los VE no carecen de fundamento, su posición en la industria limita el alcance de dichas críticas.
Sin embargo, interlocutores que trabajaban en el sector de las energías renovables expresaron su preocupación por los VE. También mostraban una gran preocupación por su impacto ambiental, especialmente en relación con los minerales críticos necesarios, como el litio, para la fabricación de baterías. Señalaron que los VE son uno de los principales ejemplos de tecnología renovable que ponen en cuestión cuán “limpias”, “verdes” o sostenibles son las tecnologías bajas en carbono. Aunque líderes y expertes del sector de energías renovables destacaron los beneficios climáticos de los vehículos eléctricos, no los consideraban como el objetivo final, sino como una tecnología que requiere de la innovación continua y de mejoras para aumentar su sustentabilidad.
Conclusiones
Teniendo en cuenta estas apreciaciones, acerca de las motivaciones y reflexiones que subyacen a la compra de vehículos eléctricos, parece ser que la idea del paraíso de los vehículos eléctricos en Noruega es meramente ornamental. Es decir, una forma más para resaltar la imagen de un Estado partidario de la mitigación del cambio climático que se aleja de las emisiones provocadas por los combustibles fósiles.
Si bien intentaré no ser tan drástica en la conclusión de mis observaciones, quiero señalar que, teniendo en cuenta los impactos persistentes de los VE, es importante instruir a sus compradores sobre la huella ambiental. Al mismo tiempo, sería importante que los VE no se conviertan en una moda rápida que alimenten el consumismo desenfrenado, sino que, por el contrario, abran la discusión sobre el papel del transporte privado y la movilidad eléctrica en el contexto de la crisis climática. Tal vez, en lugar de acelerar los patrones de consumo, habría que considerar la necesidad, los impactos y las consecuencias del desarrollo de VE a gran escala. Hasta ahora, no existe una “utopía energética”, y para llegar al “paraíso de los vehículos eléctricos” sostenibles aún queda un largo camino por recorrer.
Anna Rauter
Anna Rauter está realizando su doctorado en Antropología Social en el Centre for Energy Ethics de la Universidad de St. Andrews, Escocia. En su tesis analiza cómo las élites energéticas noruegas – dirigentes de las empresas energéticas – imaginan el futuro de la energía. Su investigación se basa en 18 meses de trabajo de campo etnográfico en Oslo dentro de la industria energética noruega.