El nacimiento de un proyecto literario, en este caso, de una traducción, dista mucho de ser liviano. El proyecto puede transitar lentamente, como una idea inconsciente de última hora, durante años. O como en el caso de la próxima publicación (Parikka 2021), puede aparecer de repente, imponiéndose en la inmediatez de un momento o de un lugar.

El desierto de Atacama es uno de esos lugares raros de la Tierra, en los que lo que somos y lo que hacemos se transforma radicalmente. Viajé al norte de Chile en octubre de 2019, por una residencia organizada por La Wayaka Current, un dúo de artistas y curadores, que organizan residencias artísticas en Sudamérica. Estas residencias invitan a vivir entre las comunidades locales a artistas, curadores y escritores que buscan explorar cuestiones ambientales.

Inmersos en las poblaciones y culturas locales, se les ofrece a los artistas un acceso privilegiado a las complejas cuestiones de lo que podría resumirse como Artes del Antropoceno. Sin embargo, un lente más crítico no pasaría por alto que las residencias de La Wayaka Current se enmarcan en nuevas formas de turismo con tintes artísticos. Experimentar culturas lejanas, a través del filtro de una práctica artística, mientras nos alojamos en paisajes dramáticos y pintorescos, se convierte en una forma elitista de turismo. Forma que reactiva el largo legado histórico de la apropiación colonial y, en el caso de los artistas, la redefinición de comunidades y culturas extranjeras dentro de los cánones del arte occidental.

Pasé un mes entero en esa comunidad, junto con dos ceramistas, uno de Arizona y otro de Londres, un poeta de Malta, un performer de Seattle, dos artistas multimedia de Toronto de la costa este de Estados Unidos, un pintor que residía en Berlín, un fotógrafo de Alaska y un cineasta belga. Yo había llevado conmigo el breve ensayo de Jussi Parikka “A Slow Contemporary Violence: Damaged Environments of Technological Culture”, publicado en 2016. El ensayo es el compañero de viaje ideal para llevar a Chile o a cualquier otro destino donde existan paisajes dañados por la extracción y explotación de recursos naturales. El desierto de Atacama es conocido por sus grandes reservas de litio, cuya demanda crece rápidamente debido a su utilización en las baterías que hacen funcionar los dispositivos tecnológicos que incorporamos a nuestra vida cotidiana.

Moldeada por una suerte de imaginario europeo, suelo acercarme a los desiertos con la incómoda sensación de enfrentarme a la máxima extrañeza. El vasto y envolvente espacio del desierto altera la percepción del tiempo y crea una sensación de vulnerabilidad. La experiencia de vivir y atravesar los desiertos, así como la dimensión extraterrestre del desierto de Atacama tienen su atractivo. Con el libro en el bolsillo de mi campera, viajé por el desierto, descifrando el extraño paisaje en el que iba a vivir durante un mes.

Como en ningún otro lugar, en la vasta extensión del Altiplano se configura y promueve nuestra modernidad. El desierto se sitúa en el centro de nuestra vida tecnológica y mediática. No recuerdo con precisión cuándo se me ocurrió traducir el ensayo de Parikka que estaba leyendo. Pero recuerdo que leerlo, y además traducirlo, me fue mostrando claramente cómo, desde la revolución industrial, nuestra dependencia en las fuentes de energía naturales está conectada al imparable impulso capitalista de desarrollo tecnológico.

Parikka es un destacado teórico de la arqueología de los medios de comunicación. Su enfoque interdisciplinar une la filosofía con la teoría cultural y de los medios de comunicación. Su obra incluye dos grandes ensayos sobre la historia de los medios (Parikka 2012), pero también explora ángulos tangenciales, como el curioso Insect Media, publicado en 2010. En el ensayo que traje a Atacama, Parikka aborda la situación contemporánea, explorando cómo los medios tecnológicos dependen de los recursos naturales y dejan un impacto material en el planeta.

Los ecosistemas dañados han llegado a definir el Antropoceno. En su ensayo, explora cómo, desde principios del siglo XIX, la ciencia y la industria han excavado el subsuelo para sostener a los medios de comunicación y las guerras. Partiendo de los primeros descubrimientos de la geología durante la Ilustración, el ensayo termina con la carrera por las tierras raras que alimentan nuestra economía verde.

Mientras leía el ensayo, me resultaba difícil desconectar el paisaje de Atacama de las tecnologías. El salar está conectado a nuestra tecnología y a nuestros modos de consumo. Como artistas, acompañados de laptops y cámaras digitales, en constante búsqueda de la mejor conexión inalámbrica, personificamos a la perfección las conexiones y genealogías entre tecnología, paisaje y modo de vida.

El asentamiento en el que me alojé, cómodamente anidado bajo las copas de los chañares locales, ofrecía lo más valioso de todo: sombra, menores temperaturas y agua. Allí, los recursos hídricos se gestionan mediante antiguas redes de riego se utilizan desde la civilización preincaica. Durante siglos, las prácticas agrícolas y de cría de llamas han abastecido a las comunidades del desierto en uno de los ecosistemas más frágiles del planeta, conocido por su escasez de lluvias y sus temperaturas récord.

Cien kilómetros al sur, dos empresas mineras (SQM and Albemarle Corp) extraen litio de los salares. El paisaje no puede ser más antitético que el del oasis. Las extensiones planas del desierto están salpicadas de grandes piletas de evaporación, que apenas se ven desde la carretera. No hay ni un solo árbol, ni un manchón de hierba, sólo arena, polvo y sales de litio. Las empresas necesitan grandes cantidades de agua que obtienen aprovechando la red hidrológica del desierto.

En “The Anthrobscene”, Jussi Parikka recuerda cómo el papel geopolítico de Chile durante la Primera Guerra Mundial dio forma a las tecnologías y los medios de comunicación, constituyendo uno de esos enredos que se ha convertido en un resumen de nuestra condición contemporánea. El ejército británico utilizó su nueva tecnología telegráfica para bloquear las exportaciones chilenas de nitrato a Alemania. Las empresas alemanas de Haber y Bosch recalibraron las carencias químicas y utilizaron en su lugar amoníaco sintético para producir municiones.

Parikka subraya hasta qué punto la tecnología forma parte de la guerra y la logística, engendrando así paisajes específicos que se transforman mediante la extracción de recursos y el comercio. Nuestras tecnologías, como el GPS, los teléfonos móviles o los equipos de realidad virtual, están en sintonía con un amplio programa tecno-científico-militar. El desierto chileno ejemplifica la relación desterritorializada entre nuestras tecnologías de la información, inalámbricas y basadas en la web, y el entorno material y físico donde se extrae el litio.

Aunque la Guerra Fría parece ya muy lejana, aún perdura en formas sutiles que se alejan de las manifestaciones ostentosas de los restos arquitectónicos. Los minerales y las materialidades cuentan de “la guerra [que] nunca terminó, [una guerra que] facilitó la entrada de nuevas técnicas de control, de regulación, de producción de sustancias químicas y más -un tema adecuado si tenemos en cuenta que vivimos en una especie de Guerra Fría continua definida por las reivindicaciones territoriales, las guerras energéticas, la realpolitik del terrorismo enredada con la geopolítica, y los movimientos forzados de refugiados” (Virilio 1967, p. 15).

El texto ofrece una visión de formas alternativas de violencia, lo que Rob Nixon en su ensayo homónimo denomina “violencia lenta” (2011). La extracción de minerales, la expropiación de los recursos y la destrucción de los ecosistemas generan formas de violencia que requieren una nueva gramática visual y conceptual que sea capaz de hacerlas visibles. Estas violencias lentas se producen en umbrales que escapan a los sentidos humanos, a velocidades tan lentas que escapan a nuestra comprensión.

El peso de la invisibilidad ensombrece la historia de Chile. En su documental “Nostalgia de la luz” (2010), Patricio Guzmán cuenta cómo el desierto fue utilizado por el régimen de Pinochet para arrojar cadáveres de los opositores desde los aviones. El desierto se utilizó para desaparecerlos. Pero como demuestra la película, el desierto es paradójicamente un espacio de recuerdo y preservación.

El tema de la visibilidad se conecta con el litio. El mineral entra en la tecnología de los medios de comunicación como componente de vidrio y cerámica para las pantallas de nuestros teléfonos móviles que han producido una civilización saturada de imágenes. El ensayo de Parikka vuelve la atención a las materialidades que entran en la tecnología de los medios de comunicación, y a lo que él considera las historias ambientales de la materialidad de los medios. La cultura mediática externaliza los sentidos humanos de la audición y la visión, pero también se extiende en busca de “luz, energía, materiales, minerales y más” que dependen de los “minerales y energía necesarios para ejecutar los procesos computacionales de alta tecnología que constituyen este otro tipo de nivel planetario” (Parikka 2016, p. 22).

Las industrias extractivas constituyen el núcleo de la economía chilena. También son el motor de la transformación hacia lo que Anna Tsing en su ensayo “The Mushroom at the End of the World” denomina “ruinas capitalistas”, esos ecosistemas de un planeta dañado que han llegado a constituir el fondo elegíaco de nuestra vida contemporánea. Los paisajes tóxicos son vestigios de geografías en las que los residuos, la contaminación y los medios con pocos recursos se transforman para siempre. El desierto de Atacama forma parte de una lenta y continua violencia similar: se lo analiza y se lo discute, pero igual se agota progresivamente.

Aquí es donde interviene de nuevo nuestro grupo de artistas. Los geógrafos y teóricos que investigan las geografías del Antropoceno necesitan metodologías que den visibilidad a los procesos de destrucción y transformación. El tiempo profundo, los espacios dispersos, los procesos invisibles y los cambios conceptuales son ahora el lenguaje común de las piezas artísticas. El Antropoceno, escribe Parikka, es profundamente sensorial, y los artistas, mediante la visualización de datos, las alegorías, las prácticas visuales y las metodologías fenomenológicas, han desarrollado una estética para nuestro mundo dañado.

“Unknown Fields Division”, un colectivo de artistas con sede en Londres, es interesante en este sentido. En 2015, investigaron los campos de litio de Bolivia. Su proyecto artístico, escribe Parikka, crea: “otra dimensión de importancia geopolítica a través de la mensurabilidad de los yacimientos por medios computacionales y sensoriales” (Ibid. p. 34). Para hacer más visible el litio, el grupo desmenuzó los datos comerciales, develando cómo el litio está indexado en los mercados mundiales de materias primas y depende de líneas concretas de suministro de materiales. Haciendo esto, el proyecto reveló la existencia de toda una red invisible de diseño y arquitectura, que opera a diferentes escalas y evade la aprehensión cognitiva humana.

El polvo nunca se asienta en el desierto. El polvo cubrió mis zapatos, mis libros, mi computadora. Parte de ese polvo sigue alojado en lo más profundo de la contratapa del libro de Parikka. Me traje el polvo, así como la traducción del ensayo de Parikka. Casi invisible, pero sensible al tacto, el polvo es un recordatorio de cómo lo geológico se cruza “en múltiples escalas con tiempos enredados, incluso con historias; cuestiones de tecnología que mueven los metales, los minerales y la tierra de las formas más concretas” (Ibid p. 39).

Referencias

Parikka, J. (2021): L’Antrobscène et autres violences. Trois Essais sur l’écologie des medias. Translation from English, Agnès Villette, T&P WorkUnit, Paris. The book will be published in September 2021.

Parikka, J. (2016): A Slow Contemporary Violence. Damaged Environments of Technological Culture, Published in partnership with Aarhus Art Museum and The Contemporary Condition Research Project at Aarhus University. New York.

Parikka, J. (2015): What is Media Archeology? London: Wiley.

Parikka, J. (2015): A Geology of Media. Minneapolis: University of Minneapolis.

Virilio, P. (1967): Bunker Archéologie. Paris: Editions Galilée.

Sobre la autora

Agnès Villette es una fotógrafa cuya práctica multidisciplinar se basa en la investigación. Explora la fotografía, los textos y el cine para crear instalaciones que reflexionan sobre cuestiones ecológicas y políticas. Influenciada por los escritos teóricos generados por el Antropoceno, desarrolla proyectos que fusionan arte y ciencia. Actualmente es candidata al doctorado en la Winchester School of Art de la Universidad de Southampton.